Un autor espiritual contemporáneo ha escrito
con toda razón que “la fe no es un mero
sentimiento de la presencia de Dios o de la voluntad
de Dios en la vida. Para mí creer es darme,
ofrecerme a Dios, entregarme a Él ciegamente. Para mí creer
es dejarme conquistar por su amor y
no ofrecerle reparos. Para mí creer es caminar, sufrir, luchar,
caer y levantarme, tratando de ser fiel a un Dios
que me llama y a quien no veo. Para mí
creer es lanzarme en la oscuridad de la noche, siguiendo
una estrella que un día vi, aunque no sepa adónde
me va a llevar. Para mí creer es sobrellevar con
alegría las confusiones, las sorpresas, las fatigas y los sobresaltos
de mi fidelidad. Para mí creer es fiarme de Dios
y confiar en Él”. ¡Como María! Ésa es la verdadera
fe. ¿Así es también la nuestra?