Es una oportunidad para proclamar
a Jesús como el rey y centro de nuestras vidas.
Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se
entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo,
que viva mi rey...” Es un día en el
que le podemos decir a Cristo que nosotros también queremos
seguirlo. Que
queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra
familia, y del mundo entero. Queremos que
sea nuestro amigo en todos los momentos de nuestra vida.